El espíritu navideño

4 min
0:000:00

La celebración cristiana de la Navidad que conmemoramos mañana es una oportunidad para hacer una reflexión sobre el futuro de la niñez en nuestro país.

Siguiendo la narrativa sobre el niño Jesús, su futuro estaba decidido por la divinidad. Su destino era el sacrificio para salvar a la humanidad.

En nuestro país, los niños al nacer también tienen, en gran medida, definido su futuro. Pero no por la divinidad, sino que por las injustas condiciones sociales y económicas prevalecientes.

La pobreza generalizada y la profunda desigualdad existentes determinan el futuro de cada niño y niña. Casi la mitad de nuestros infantes padecen de desnutrición crónica infantil. En muchas áreas rurales este porcentaje es sustancialmente mayor. El acceso a la salud y a la educación es profundamente desigual. Es relativamente fácil predecir cómo será la vida dentro de veinte años de un niño que nazca hoy, Noche Buena. No es lo mismo si llega a este mundo en la zona 14 que si le toca en una de las muchas zonas marginales urbanas o en la pobreza rural.

Por lo tanto, su futuro de pobreza o de abundancia está ya definido desde su nacimiento. La mayoría morirá en el mismo pesebre donde los parió la pobreza.

Dicho lo anterior, hablemos del espíritu navideño.

El Árbol Gallo, los fuegos artificiales de Pollo Campero, los centros comerciales llenos de consumidores, la cena de Nochebuena donde se comerá un chompipe (que ahora cambió a pavo), la ansiosa espera de ese viejo barrigoncito que viene del Polo Norte y que nos dejará los regalos que le pedimos; en fin, toda la parafernalia que nos hace sentir a quienes no estamos en la pobreza ese alto espíritu navideño de amor hacia los demás que nos vende la publicidad y que pasada la Navidad desaparecerá.

Las clases medias ascendentes aprovecharán la novena con la cual se recuerda el nacimiento del Niño Dios para pedirle que los siga bendiciendo para escalar socialmente, como el principal propósito de sus mezquinas vidas.

El espíritu navideño es el entorno emocional que nos induce al consumismo, no a la reflexión sobre, según la narrativa cristiana, la decisión de Dios de enviar a su hijo al mundo para su sacrificio, en aras de la salvación de la humanidad.

Al redactar esta columna no pretendo, de manera alguna, predicar desde una fe que no poseo. Sólo quiero ser disidente del superficial espíritu navideño.

Pero en medio de esa realidad contradictoria, me permito la incoherencia de desearles Feliz Navidad a quienes hoy me puedan leer. Rescato un positivo subproducto del comercial espíritu navideño, el cual es el amor y la unidad familiar, aquella que nos emociona y nos une, que nos hace sentirnos amados, más no aprisionados.

¡Salud por eso! Y saludos al viejo panzón, si es que se han portado bien y llega a sus casas con los regalos pedidos. Recuerden que ahora ya no es como antes. Los regalos ya no los trae el Niño Dios, ni los Reyes Magos. La pobreza del primero que sigue en el pesebre donde nació y la desmedida avaricia de los reyes, que siguen disputándose la riqueza ya no les permite traer regalos. El viejo panzón es la opción. Además, posiblemente los enviará Amazon con los regalos que pagamos con nuestras tarjetas de crédito, cuyo pago nos hará difícil enfrentar la “cuesta de enero”.

¡Feliz Navidad y “próspero” Año Nuevo!

The post El espíritu navideño appeared first on La Hora.

No comments yet.

Back to feed